Seamos esas flores y esos frutos que, con su aroma, con la belleza que manifiesta su esencia, con su armonía, su color, su frescura, su vitalidad son expandidas por el mundo sin egoísmo, sin miserias, sin dudas, seguras de lo que están hechas.
Inspiran a muchos a conectarse con su esencia, invitan a que cada uno se reconozca en su esplendor, a reconocerse en abundancia. Invitan a la unión. a la vida .
Seamos esa abeja que transporta el polen al lugar adecuado de la planta para que germine o produzca semillas. Estimulemos con nuestra presencia al otro, para que se permita ser y en total libertad siga su evolución y crecimiento y desde ahí se pueda recrear, sanar y volver a empezar porque ha sido atendido, amado, valorado y reconocido, visibilizado.
Volvámonos esa colmena, ese nido, que acoge con amor, que resguarda la dulzura de la vida y permea cualquier dureza del corazón.
Entreguémonos a la vida con total pasión, entregando lo mejor, haciendo un salto cuántico, implantando un nuevo estado de consciencia, donde la conexión sea el amor.